En lo más profundo de nuestra mente tenemos un Centro de paz, serenidad y sabiduría.
En los momentos de mayor conflicto, preocupación o exigencia, acudir a nuestro Centro nos aclara las cosas y nos permite una visión más plena y serena de lo que nos afecta.
Nuestra mente habla, habla y habla.
No para de emitir conceptos y opiniones.
Se mueve inquieta y errática del pasado al futuro, apenas rozando el presente, que es lo único que tenemos.
Pero detrás de toda esa algarabía, en medio de un silencio sagrado, se encuentra una parte de nosotros que sabia y paciente espera que nos acerquemos a ella.
Tratemos de serenarnos, tomemos apenas un minuto y fijemos nuestra atención en el flujo de nuestra respiración.
Calmados…serenos…en paz, solo un minuto.
Apenas hayamos hecho esto, comenzaremos a oír la voz que nos indica caminos y nos ofrece soluciones.
Nuestro Centro, nos habla desde el amor, la comprensión, la tolerancia, el respeto, la inclusión, el desapego, la humildad, el coraje, la prudencia.
Nos habla desde la sabiduría.
El simple hecho de recordar nuestro Centro, nos acerca a él.
Por el contrario, su olvido se manifiesta como una solitaria lejanía, aun cuando siempre está presente.
El Centro Interior es nuestro maestro más cercano pero, atrapados por los conflictos de lo inmediato, nos alejamos de lo eterno y así, no aprovechamos las enseñanzas que ya tenemos en nuestro interior.
Nuestro maestro interno, nuestro Centro, puede manifestarse incluso a nivel físico.
Si al buscarlo prestamos atención, es posible que experimentemos sensaciones sutiles, pero precisas y claras, en alguna zona de nuestro cuerpo.
Algunos lo sienten en lo más alto de sus cabezas, hacia la coronilla; otros en medio de los ojos y muchos en el centro del pecho, cerca del corazón.
Acostumbrémonos a usar éste extraordinario aliado que nos acompaña siempre y a todas partes, porque no es otra cosa que “nosotros mismos”, el Sí-mismo.